Dorm, infant,
que ton pare n’és al camp
a collir menta florida.
Tomàs Garcés
¡Silencio, oh Luz, silencio! ¡Duerme, mi vida, duerme!
No has menester que Venus sus legiones embosque.
Duerme, no temas nada. ¡Heme a tus pies inerme,
pálido como un pobre niño a mitad de un bosque!
Julio Herrera y Reissig
La noche podría dejar el mantel manchado de tinta invisible y menta para la vuelta a la cena del poema, permitir que las estrellas aflojaran las ramas de cerezos y almendros y experimentaran a nuestra cuenta las estaciones de nuestro sueño con el sueño de los escarabajos peloteros y las luciérnagas.
EL TRÁNSITO DE LA LUZ
¿Aún estás dentro de la luz?
Más allá de la luz, sólo los cuévanos
de luz, oleadas rompientes de luz,
luz penada en la primera materia del cuerpo
que guarda los habitáculos de los nombres
para transgredir las leyes de los sueños
que acechan el definitivo fulgor
en derrama,
la extensión de la piel
surcada por los pájaros de la luz,
como si del cántaro originario
se tractase, la luz desarraigada,
detenida en el canto de las aguas
que busca el pez de luz
para someter el lodo de los labios
i engullir el esqueje iluminado
del deseo que dentro de ti se estanca.
MUJER EN UN OFF HOURS
Habrías de saberlo:
Por mucho que la Carson cante las virtudes
del esposo,
otras ya habían perdido
el limo del bajo Egipto en los entremuslos
o coincidieron con la señora Basho
en el juego de los espejos de la sacerdotisa
de la luna en el lecho solitario
o comiendo castañas y cortaditas
de membrillo en el cuarto de baño
para evitar la sacudida de las noches
marradas en casto maridaje.
No estás precisamente en el sancta sanctorum
de los corazones soltarios,
tú que hasta ahora no habías roto un plato
ni habías dejado de rehacer un puzzle
para la hija que esperabas.
El perfume de tus piernas duerme
y ahí suena la flauta rompediza,
la caña que sana todos los males de la soledad.
Ahí está la seda, la copa de licor estraño
para las bocas de beso generoso.
Ningún reflejo de la impaciencia para las mujeres
sin cita ni horas,
las mujeres de larga madrugada.
La evanescencia dentro o fuera del césped
que nunca saboreaste en el tálamo
sin conturbación ni respuesta.
Cada batalla requiere otro mito.
Sáciate: otra desempolvada Helena.
gran poeta hermano
no sabia que poemas presentarles de tantos buenos y agradables poemas
les recomiendo visitar su blog para que conoscan màs de este poeta,
saludos Pere
un detalle, un pequeño reconocimiento a ti
un abrazo.
¿Cómo eslabonas, vida, con la muerte? ¿Cómo decides el final destino del que siguió tu acerbo desatino, del niño que te cortejó sin suerte?
¿Qué le das cuando todo ya le advierte que ha llegado a un crucero del camino, que no puede ir atrás, que ningún vino le valdrá la ganancia de perderte?
Vida, muerte, ¿qué importa? Las gemelas se incrustan en la carne igual que puntas lanzadas por un arco, paralelas.
Si vives lo que mueres, ¿qué te apuntas? Si mueres lo que vives, ¿por qué celas? Marchan ciegas las dos, sordas y juntas.
Basta morir como una lámpara desde la madrugada, como el rescoldo de una brisa tersa; para morir, para suministrarnos la mano venidera del olvido; basta decirle no al día de mañana, basta ensayar los labios en un rumor de cera, basta beber un vaso de agua donde yazga el recuerdo de un ahogado.
Deja que la mano sea como un guante que usa el corazón para tocar el brazo o el alba de una novia entristecida. Deja que la mano sea como un campo donde el aire trasciende como humedad de pelo. El otoño se despierta en mi pecho y se sacude las plumas como pájaro caído fuera de la redondez de su canto. El otoño se desbanda por mi pecho como un viento veteado de árboles.
¿Quién me pone en los labios un color de palabras donde se siente el peso de la noche?
A veces hay algo en las palabras que se dicen, en aquellas que llevan del labio ansiosa vida, aquellas que sollozan el paisaje y respiran la cal de otra garganta; que es como ponerse de codos a pensar sobre el pretil de una tristeza antigua.
Hay playas donde la mar resuena como carne, como el golpe de un cuerpo que de pronto ha llorado. Hay lagunas y juncos, estuarios donde amarran los peces su oceanía desmedida, y hay ríos donde la tierra llega al mar insepulta en sus sueños imposibles.
Sufro. Sufro de esa moneda que redondea a la mano inútilmente. Sufro como un sentir pequeña espina en la mirada fija de las lágrimas. Sufro la cañamiel de una canción muy tonta. Sufro el esparcimiento de una muerte insepulta. Sufro la profundidad de los ríos donde la noche tienta a los ahogados.
Paso los ojos por la luz poco oída de una estrella. Paso los labios por las palabras de un día, donde el silencio crece como yedra.
Para morir, para cesar los labios para olvidar de pronto la forma de la tierra y salir para siempre de la asunción del mar; no es necesario el traje de los condenados ni la ceniza de los aturdidos. No es necesaria la cama de los enfermos ni el campo de batalla ya después, en silencio.
Basta un anuncio de hojas de afeitar, basta la prosperidad de un gerente, basta un tranvía equivocado.
Es arrojada la noche a la costa de nuestro pecho por un oleaje de luces. Hay un poco de acero turbado en una mano. Hay un niño sin ojos moviéndose en los ojos
Entonces ¿cómo tomar la luna? ¿Con qué mano o qué lágrima tocar la luz donde los labios ceden a la noche?
La respiración suena como pisar hojas secas. El bosque es tan profundo que las manos no se encuentran. Puedo silbar para espantar mi miendo, para que me oigas yacer en un claro del bosque cuando en realidad sólo hay claro en tus ojos.
Palabras y miradas transbordando ataúdes. De ataúdes de niños a negros ataúdes con barbas de abuelo.
A veces la noche crece como la barba de un dios desconocido.
Cerrar los labios es quedarse a solas. Puedes mover el frío entre tus dientes. Puedes ver en un cuello la pasión de la tarde. La mano puede confiarse al frío sin darse cuenta.
Mientras tú existas, mientras mi mirada te busque más allá de las colinas, mientras nada me llene el corazón, si no es tu imagen, y haya una remota posibilidad de que estés viva en algún sitio, iluminada por una luz cualquiera... Mientras yo presienta que eres y te llamas así, con ese nombre tuyo tan pequeño, seguiré como ahora, amada mía, transido de distancia, bajo ese amor que crece y no se muere, bajo ese amor que sigue y nunca acaba.
TODOS USTEDES PARECEN FELICES...
...Y sonríen, a veces, cuando hablan. Y se dicen , incluso, palabras de amor. Pero se aman de dos en dos para odiar de mil en mil. Y guardan toneladas de asco por cada milímetro de dicha. Y parecen -nada más que parecen- felices, y hablan con el fin de ocultar esa amargura inevitable, y cuántas veces no lo consiguen, como no puedo yo ocultarla por más tiempo; esta desesperante, estéril, larga ciega desolación por cualquier cosa que -hacia donde no sé-, lenta, me arrastra.
Voy a llorar sin prisa. voy a llorar hasta olvidar el llanto y lograr la sonrisa sin cerrazón de espanto que traspase mis huesos y mi canto.
Por el árbol inerme que un corazón de pájaro calienta y sin gemido duerme, yal gran silencio enfrenta sin esta altiva lengua cenicienta. Por el cordero leve de la pezuña tierna y belfo rosa; por su vibrante nieve que la tiniebla acosa y al final de un relámpago reposa. Por la hormiga azorada que un bosque de cien hojas aprisiona; por su pequeña nada que al misterio no encona y que la enorme muerte no perdona. Por la nube que alcanza los umbrales de un lirio sin semilla. Lengua de la mudanza sin éxtasis ni orilla, que no sabe morirse de rodillas. Por la hierba y el astro. ¿C6mo miden tus ojos, Dios oscuro? Por el más leve rastro de sombra contra el muro, mi llanto ha abierto su cristal maduro.
NO PUEDO
No puedo cerrar mis puertas ni clausurar mis ventanas: he de salir al camino donde el mundo gira y clama, he de salir al camino a ver la muerte que pasa.
He de salir a mirar cómo crece y se derrama sobre el planeta encogido la desatinada raza que quiebra su fuente y luego llora la ausencia del agua.
He de salir a esperar el turbión de las palabras que sobre la tierra cruza y en flor los cantos arrasa, he de salir a escuchar el fuego entre nieve y zarza.
No puedo cerrar las puertas ni clausurar las ventanas, el laúd en las rodillas y de esfinges rodeada, puliendo azules respuestas a sus preguntas en llamas.
Mucha sangre está corriendo de las heridas cerradas, mucha sangre está corriendo por el ayer y el mañana, y un gran ruido de torrente viene a golpear en el alba.
Salgo al camino y escucho, salgo a ver la luz turbada; un cruel resuello de ahogado sobre las bocas estalla, y contra el cielo impasible se pierde en nubes de escarcha.
Ni en el fondo de la noche se detiene la ola amarga, llena de niños que suben con la sonrisa cortada, ni en el fondo de la noche queda una paloma en calma.
No puedo cerrar mis puertas ni clausurar mis ventanas. A mi diestra mano el sueño mueve una iracunda espada y echa rodando a mis pies una rosa mutilada.
Tengo los brazos caídos convicta de sombra y nada; un olvidado perfume muerde mis manos extrañas, pero no puedo cerrar las puertas y las ventanas, y he de salir al camino a ver la muerte que pasa.
Tarde se descubre la primera arruga. Tarde, demasiado tarde, cuando demasiado es un don en lo fugaz. Tarde es en la nuca de quien se recuesta para morir profundo sobre el pecho de su tumba.
V. ¿què hay en los ojos del que odia? ¿pureza negra? ¿por què la luna de aparta de su vista? ¿què hay en los ojos del que odia que todo puede ensuciar con la mirada?
Te doy Claudia, estos versos, porque tú eres su dueña.
Los he escrito sencillos para que tú los entiendas.
Son para ti solamente, pero si a ti no te interesan, un día se divulgarán, tal vez por toda Hispanoamérica...
Y si al amor que los dictó, tú también lo desprecias,
otras soñarán con este amor que no fue para ellas.
Y tal vez verás, Claudia, que estos poemas, (escritos para conquistarte a ti) despiertan en otras parejas enamoradas que los lean los besos que en ti no despertó el poeta.
en esta ocaciòn dos poemas que me gustan de el maestro Ernesto.
Es una lástima que no estés conmigo cuando miro el reloj y son las cuatro y acabo la planilla y pienso diez minutos y estiro las piernas como todas las tardes y hago así con los hombros para aflojar la espalda y me doblo los dedos y les saco mentiras.
Es una lástima que no estés conmigo cuando miro el reloj y son las cinco y soy una manija que calcula intereses o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas o un oído que escucha como ladra el teléfono o un tipo que hace números y les saca verdades.
Es una lástima que no estés conmigo cuando miro el reloj y son las seis. Podrías acercarte de sorpresa y decirme "¿Qué tal?" y quedaríamos yo con la mancha roja de tus labios tú con el tizne azul de mi carbónico.
Hasta mañana
Voy a cerrar los ojos en voz baja
voy a meterme a tientas en el sueño. En este instante el odio no trabaja para la muerte que es su pobre dueño la voluntad suspende su latido y yo me siento lejos, tan pequeño
que a Dios invoco, pero no le pido nada, con tal de compartir apenas este universo que hemos conseguido
por las malas y a veces por las buenas. ¿Por qué el mundo soñado no es el mismo que este mundo de muerte a manos llenas?
Mi pesadilla es siempre el optimismo: me duermo débil, sueño que soy fuerte, pero el futuro aguarda. Es un abismo.
Yo era un muchacho bastante haragán cuando me asaltaron las circunstancias sábados y domingos cantaba en los camiones ahorraba para unas botas Loredano y besé a dos no a tres muchachas antes de mudarme a esta ciudad
Aquí me extrajeron el diente cariado y de paso me arruinaron la sonrisa este relámpago de fealdad por donde asoma involuntariamente el ápice más claro del pozo que yo soy
Aquí firmé facturas documentos de empleo paredes silenciosas y también me tomé fotografías me hice archivo me hice fotografía me volví un detalle más en el paisaje de la suma no encontré nada mejor lo dije antes yo era un muchacho bastante haragán y la gente desconfiaba de mí cómo iba a enamorarse uno tan mal vestido cómo tendría razón
Pero tuve razón algunas veces y si no tuve al menos esa ira luminosa que convierte a la estupidez en una revelación
En cambio no podría hablar del amor - y que conste que a mi lado también duerme y bosteza el verboso maquillaje que entre cedro y caoba declaraban en falso los poetas provenzales - pero tengo el recuerdo de una tarde en el bosque inmóviles y nosotros dos guardábamos silencio
Desde entonces algo crece a través de mis ojos y en mis testículos y en el rumor que hace mi pensamiento algo de mí crece en mí como un saludo como una tregua como una bandera blanca
Pero no hablo de amor sino de que me gusta agitar esta bandera
Bastante haragán es cierto lo confieso tres muchachas besadas cuando llegué a la ciudad quién me viera hoy caminando por la calle Juárez mi hijo gritándome papi mientras pienso en los asuntos de la oficina en el taje Yves Saint Laurent que me vendieron de segunda en los exámenes que me falta revisar en la amistad que mansamente se vacía o se llena
Pienso en la desnudez en los malos olores de la gente que pasa testimonios de salud o promesas de la muerte pienso en mi país que es sólo un plato de lentejas
Y también pienso en este poema que hace 27 años se fragua dentro de mí y nunca termina nunca dice las palabras exactas porque es igual que yo un muchacho bastante haragán una verdad fugaz como todas las verdades
Tengo derecho a hablar de mí cuando hablo del mundo porque hace muchos años miro al mundo y tengo derecho a sentime verdadero fugazmente verdadero porque mi voz también puede abrazar a la gente aunque no sea la voz de un santo ni la voz de la lluvia ni la voz de una madre que llama a su hijo difunto ni la voz de un sabio antiguo mi voz también puede abrazara los que pasan a los que escuchan a los que abren el libro al azar y en silencio y a ti sobre todo a ti mi voz también puede abrazarte mi voz también puede abrazarte
Aunque sea la voz de un hombre al que hace muchos años le arruinaron la sonrisa aunque sea la voz de un haragán mi voz también puede tomarte por los hombros y decir suavemente "estoy cantando estoy cantando para ti"
pues inicio este sitio con dos poemas de Julian Herbert escogi estos aunque existen demaciados otros iguales de buenos un saludo a los que visiten este blog
Nunca te enamores de 1 kilo de carne molida. Nunca te enamores de la mesa puesta, de las viandas, de los vasos que ella besaba con boca de insistente mandarina helada, en polvo: instantánea. Nunca te enamores de este polvo enamorado, la tos muerta de un nombre (Ana, Claudia, Tania: no importa, todo nombre morirá), una llama que se ahoga. Nunca te enamores del soneto de otro. Nunca te enamores de las medias azules, de las venas azules debajo de la media, de la carne del muslo, esa carne tan superficial. Nunca te enamores de la cocinera. Pero nunca te enamores, también, tampoco, del domingo: futbol, comida rápida, nada en la mente sino sogas como cunas. Nunca te enamores de la muerte, su lujuria de doncella, su sevicia de perro, su tacto de comadrona. Nunca te enamores en hoteles, en pretérito simple, en papel membretado, en películas porno, en ojos fulminantes como tumbas celestes, en hablas clandestinas, en boleros, en libros de Denis de Rougemont. En el speed, en el alcohol, en la Beatriz, en el perol: nunca te enamores de 1 kilo de carne molida.
todos hablan de mi vida algunos, de mis amores, nadie de mis sinsabores ni de mi pena escondida. si yo a nadie recrimino y todo en todos tolero, ¿porquè el mundo, en mi destino pretende ser justiciero?
pita amor.
Yo soy mi propia casa
I
Casa redonda tenía de redonda soledad: el aire que la invadía era redonda armonía de irrespirable ansiedad.
Las mañanas eran noches, las noches desvanecidas, las penas muy bien logradas, las dichas muy mal vividas.
Y de ese ambiente redondo, redondo por negativo, mi corazón salió herido y mi conciencia turbada. Un recuerdo mantenido: redonda, redonda nada. pita amor.